La piel es un órgano súper complejo que está en constante adaptación con nuestro entorno exterior (sol, viento, contaminación, frío…) e interior (estrés, alimentación, estado de ánimo, descanso, hormonas…).
Así que, sin dudarlo, podemos decir que cada piel es única, ya que refleja sus propias emociones, su entorno, su intimidad…
CUIDADO CON TUS EMOCIONES ¡PASAN FACTURA!
Cualquier contrariedad de la vida viene acompañada de una repercusión en nuestra piel. Por citar un par de ejemplos, las rojeces o el picor se pueden agravar y terminar convirtiéndose en auténticas enfermedades.
En la actualidad, la medicina admite y da por hecho que el malestar puede acarrear manifestaciones cutáneas como pueden ser urticaria, alopecia, picor etc. También puede amplificar fenómenos de origen genético o ligados al medio ambiente como pueden ser la psoriasis, la dermatitis seborreica o el eczema.
Durante mucho tiempo, la dermatología no llegaba a desencriptar cuál era el vínculo existente entre la mente y la piel, aun teniendo evidencias claras. Pero ahora, gracias a una nueva técnica de microscopio, por fin se han descubierto en la epidermis unos minúsculos filamentos nerviosos cuyo papel en la relación cerebro-piel es fácil de desvelar.
CEREBRO - SISTEMA NERVIOSO - PIEL
Tres implicados, y uno que da la cara
Por lo tanto, podemos decir con rotundidad que nuestra piel es el reflejo de lo que sentimos porque el sistema nervioso cutáneo controla sus células.
Nuestra piel está conectada al cerebro a través de millones y millones de conexiones nerviosas, de hecho, es uno de los órganos del cuerpo con más receptores nerviosos. De esta manera, sea cual sea nuestro estado de ánimo, se reflejará irremediablemente en tu piel.
Pero, entre todos los estados de ánimo, ¿Cuáles son los que afectan más a nuestra piel?
- El estrés: no podía ser de otra manera, el estrés es uno de los enemigos más temidos de nuestro cuerpo. Si has pasado o estás pasando por un episodio de estrés, sabrás en primera persona que se siente un gran agotamiento mental. Además, tu cuerpo puede traducirlo de múltiples maneras como en forma de caída capilar, insomnio, problemas con tu peso… incluso, dolor de cabeza.
En lo que respecta a la piel, el estrés le pone la alfombra roja a trastornos cutáneos como la dermatitis, el acné, la psoriasis, los eccemas, la dermatitis seborreica… Además, fomenta la aparición de arrugas.
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- La depresión: este trastorno emocional causa sentimiento de tristeza constante y pérdida de interés en la realización de actividades cotidianas.
Los trastornos del estado de ánimo no solo afectan a los sentimientos, pensamientos y al comportamiento, también puede afectar a nivel cerebral, cardiovascular, problemas de sueño… incluso a corto plazo.
El torrente sanguíneo transporta señales químicas que ayudan a regular el ciclo sueño-vigilia. Los trastornos del estado de ánimo pueden afectar estas señales, provocando cambios en los patrones de sueño. Por ejemplo, la depresión puede estar asociada con insomnio o hipersomnia, mientras que el trastorno bipolar puede causar variaciones extremas en los patrones de sueño.
La falta de sueño, el descuido de la imagen personal se refleja inevitablemente en el rostro. Aparecen las ojeras, aparecen más arrugas y las que hay se acentúan, la tez se vuelve opaca y sin luz y la piel pierde elasticidad.
La depresión y el estrés pueden influir en la función las glándulas sebáceas de varias maneras: aumentando la producción de sebo, volviéndolo más espeso con mayor capacidad obstructiva de los poros y desencadenando respuestas inflamatorias que pueden contribuir a problemas de la piel como el acné o la rosácea.
- Carácter fácilmente irritable. Las personas que tienden a enfadarse e irritarse fácilmente, pueden tener más posibilidades de tener dolencias cardíacas. En lo que respecta a la piel, este carácter acelera los signos del envejecimiento prematuro: arrugas y líneas de expresión, se acelera la pérdida de cabello y la aparición de las canas.
- En el polo opuesto están las personas optimistas, que tienen más posibilidades de disfrutar de la felicidad. En este caso, no hay pegas, todos son beneficios. Al sentirnos felices, nuestro cerebro libera dopamina, endorfina y serotonina, tres hormonas que pueden causar autentica magia en tu cuerpo.
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